lunes, 19 de septiembre de 2011

Eran dos esclavos, dos marionetas manejadas por un titiritero, el destino. Cada marioneta tenia un rol en la obra, cada hilo era importante para sus movimientos. El telón se abrio y sin querer en esa obra de teatro se encontraron, se miraron y desde ese día no pudieron separar más sus miradas. Enredaron sus hilos de tal forma que era imposible desatar los nudos, ademas era tan fuerte que ninguna tijera ni elemento punzante podía cortalos, eran hilos de titanio. La función comenzó con miles de risas hasta que un día... se destaron los hilos por un mal movimiento del titiritero. Ella quedo desplomada en el piso con su madera despintada y algún que otro agujero por las termitas. Él, quizá radiante dando nuevas funciones pero con un poco de nostalgia por esa marioneta. Luego de un tiempo, el titiritero desidió sacarla a la hermosa niña de su baul para emprender una nueva función junto a su caballero. Él desidió regresar a su lado y ella con su nueva pintura, y con algunos agujeros aun en su madera, también quizo a pesar de sus heridas. Es el día de hoy que siguen actuando juntos, pero cuando vuelve a su cajón se vuelve a correr su pintura y esos agujeros se abren a pesar de las enmiendas. El titiritero juega con sus vidas, enreda y desenrreda los hilos, los hace actuar juntos o por separados. El escenario es su vida y cada uno protagonisa una escena diferente, con sus libertades y ataduras, que son más que las que uno se imagina. La obra aun no sé como termina, tengo que verla todos los dias sino no puedo saber como sigue. A ver con que me va a sorprender el destino.

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